En el momento que escribo estas palabras para el blog de Bonnin Sansó, me surgen sentimientos contradictorios. Tengo una gran ilusión por mi nueva etapa de jubilación pero muchos recuerdos acumulados a lo largo de una vida laboral de 25 años en la casa. Me gustaría agradecer a todo el equipo de trabajo, a la dirección, a mis compañeros por todo este tiempo que hemos compartido.

Un tiempo en el que ha habido de todo. Alegrías, emociones, y alguna decepción pero con un cómputo final más que positivo y satisfactorio. He podido contemplar orgullosa la evolución de esta empresa, desde su gran acierto por trasladarse al carrer Nou en un momento en el que pensaba que era difícil poder hacerlo mejor, a la modernización de su base de datos convertida en una eficiente y poderosa herramienta con toda la cartera de inmuebles siempre al día.

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Me voy con el corazón encogido por todo lo que dejo atrás, orgullosa de haber podido levantar una familia gracias a la confianza de Bonnin Sanso en mi trabajo, feliz por tener la sensación de haber hecho buenos amigos, de haber podido vivir buenas juergas (me he perdido pocas), y muy satisfecha de haber contribuido con mi granito de arena, a que mucha gente, haya podido materializar el sueño de poder vivir en Menorca.

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Pero no pienso quedarme quieta a mis 65 años. Mi hija me ha dicho que siga tan activa como siempre. De hecho, acabo de apuntarme a paddle (empujado por mi hijo que quiere enseñarme) y seguiré viajando, saliendo a hacer excursiones para descubrir el campo de Menorca y como no, con mis clases de baile que pienso ampliar.

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También me gustaría compartir con vosotros un pequeño lujo que he empezado a experimentar recientemente: el hecho de que no suene el despertador por la mañana, no tiene precio!